Te amo
Todas las celebraciones tienen una peculiaridad: en ellas siempre hay algo que comienza y algo que termina; los festejos tienen la inquietante propiedad de hacernos felices e infelices al mismo tiempo, sin saber en donde comienza lo uno o acaba lo otro. Por eso, aquellos días previos al matrimonio de mi hija, al mirar a mi alrededor, me preguntaba: ¿Cómo conservar una relación amorosa en esta época de individualismo rampante, si la solidaridad humana es lo primero que se pierde? Los veía tan enamorados, que mirarse a los ojos era para ellos un acto llano y suficiente, decidido a derrotar el pragmatismo que la vida contemporánea les había impuesto. Lo eterno cambia de traje: la constancia ya no es necesaria en estos tiempos. Sin embargo, fueron tan definitivos y frágiles esos momentos, que comprendí que sus miradas eran ese intangible que no había podido nombrar.
Decidí entonces registrar con mi cámara aquella acción amorosa como prueba de los deseos y las promesas que se hacen en un día como ese. Hablé con ellos, les pedí que me ayudaran en el intento y me dispuse a grabarlos. Días después se fueron a probar suerte a otro país. A pesar de la ilusión con que habían emprendido su nueva vida, la ciudad a la que llegaron era inhóspita y pretenciosa, y me recordó de inmediato aquellos no lugares de la obra de Marc Augé. Sus espacios, vacíos de afecto y carentes de escala humana eran un pétreo homenaje al anonimato, que convertía en imposible el sueño de habitar un territorio. En medio de una sociedad entregada al individualismo y a la religión consumista, los frágiles vínculos humanos se convierten en los grandes perdedores: las relaciones y el deseo amoroso, necesitan fuego lento para germinar.
Fotogramas de video 2005
Fotogramas de video 2005
Con el ánimo de registrar las señales mas elocuentes de esos espacios sin memoria, recorrí la ciudad y grabé aquellos que me impedían reconocerme en la mirada del otro. Al finalizar las grabaciones y revisar el material, observé que el cruce de miradas que celebraba el acontecimiento amoroso de mi hija y las imágenes vacías de la ciudad, me revelaban la enorme ceguera afectiva que produce en el ser humano la pesadilla capitalista.
Muriel Angulo
2010